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Bolivarianismo vs. Monroísmo

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Realizado por: Canal Cultura Venezuela

Texto de: José Gregorio Linares

El Bolivarianismo

El bolivarianismo está conformado esencialmente por los siguientes componentes:

A) La defensa de la soberanía e independencia nacional

B) La promoción de la unidad e identidad suramericanas

C) El impulso de la justicia social/ racial y el bien común

 A) La defensa insoslayable de la soberanía e independencia nacional, por consiguiente, la lucha contra cualquier forma de colonialismo, neocolonialismo o colonialidad. Esta convicción es expresada, entre muchos textos, en la Declaración de la República de Venezuela del 20 de noviembre de 1818, donde se declara:

La República de Venezuela que desde el 19 de abril de 1810, está combatiendo por sus derechos; que ha derramado la mayor parte de la sangre de sus hijos; que ha sacrificado todos sus bienes, todos sus goces y cuanto es caro y sagrado entre los hombres por recobrar sus derechos soberanos, y que por mantenerlos ilesos, como la divina providencia se los ha concedido, está resuelto el pueblo de Venezuela a sepultarse todo entero en medio de sus ruinas, si la España, la Europa y el mundo se empeñan en encorvarla bajo el yugo español.

B) La comprensión de que existe una identidad suramericana y que la unión de nuestras naciones es condición indispensable para el bienestar de nuestros pueblos, porque “la unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino”. Esta unidad tiene como propósito contrarrestar la amenaza de las potencias y propiciar el equilibrio del universo.

La ambición de las naciones de Europa lleva el yugo de la esclavitud a las demás partes del mundo, y todas estas partes del mundo debían tratar de establecer el equilibrio entre ellas y la Europa, para destruir la preponderancia de la última. Yo llamo a esto el equilibrio del universo, y debe entrar en los cálculos de la política americana[1].

C) El impulso de un programa social orientado a favorecer a las mayorías, fundado en el bien común y la justicia social porque “hacer el bien no cuesta nada y vale mucho”[3]. Esto lleva a Bolívar al impulso de los proyectos de abolición de la esclavitud en beneficio de los negros descendientes de africanos, de distribución de tierras en favor de los soldados y oficiales patriotas, del reparto de tierras a los pueblos indígenas.

El Monroísmo

Lo llamaremos monroísmo aunque haya surgido mucho antes de aparecer James Monroe (1758-1831) en la vida política estadounidense, y el cual se nutre también del pensamiento y obra de otros líderes norteamericanos.

El monroísmo asume que hay razas y naciones superiores, a las cuales pertenecen los habitantes de Europa y Norteamérica (especialmente EE.UU. y los estadounidenses, que se consideran un pueblo elegido por la providencia) y razas inferiores, entre las que se encuentran los indígenas, los negros, los países y pueblos suramericanos. Esta concepción de la sociedad ha moldeado la mentalidad, la sensibilidad y las conductas del ciudadano norteamericano, en especial de sus élites, y ha creado un “tipo” psicosocial dispuesto a defender acríticamente en toda circunstancia los intereses geopolíticos de su Estado; y que es portavoz en una cultura de la opresión y una política exterior contra Suramérica y los suramericanos.

Visto desde Suramérica, el monroísmo se plantea, en lo esencial:

A) Limitar las soberanías, mediatizar las independencias y ejercer la injerencia en los Estados suramericanos para que las repúblicas suramericanas no adquieran personalidad propia y no ejerzan influencia alguna en el sistema de fuerzas planetario, y constreñirlas de este modo a establecer relaciones de subordinación con Estados Unidos.

B) Impedir o mediatizar los proyectos de unidad e integración suramericanos o someterlos a su tutelaje, a fin de imposibilitar el fortalecimiento de plataformas unitarias autónomas y la consolidación de Estados suramericanos, para de este modo garantizar la absoluta hegemonía y expansión estadounidense en la región.

C) Imposibilitar a todo trance que se ejecuten programas sociales que beneficien a la población que consideran de razas inferiores. En primer lugar, se opone a las medidas abolicionistas decretadas por Bolívar, pues, aparte del profundo desprecio que sienten por los negros, la economía de EE.UU., especialmente en el Sur, se fundamenta en la explotación de la mano de obra esclavizada; en segundo lugar, son contrarios a la entrega de tierras a los indígenas, pues la expansión de los colonos estadounidenses se ejecuta mediante el exterminio de los pueblos originarios y la apropiación violenta de sus territorios. Estas son las características del monroísmo visto desde Suramérica como lugar de enunciación.

Ahora bien, sus rasgos generales son más amplios e incluyen:

1) El fundamentalismo religioso y su providencialismo, que lleva a EEUU a considerar que son el nuevo pueblo elegido por Dios.

2) El racismo de corte anglosajón, que los hace creer que los estadounidenses pertenecen a una raza superior al resto, a los que debe subordinar o explotar;

3) La mentalidad expansionista, que los impulsa a apropiarse directa o indirectamente de riquezas y territorios ajenos, o a controlar política, económica y culturalmente a otras naciones o pueblos.

El Contrapunteo

Nos proponemos demostrar que desde los tiempos de la lucha por la independencia suramericana ha habido un contrapunteo –abierto en algunas ocasiones y soterrado en otras– entre el proyecto bolivariano sustentado por el Libertador y sus partidarios, y el proyecto político estadounidense, respaldado por los representantes del Estado norteamericano y sus subordinados criollos. En el fondo se trata del contrapunteo entre dos proyectos civilizatorios[1]: el de Bolívar y los bolivarianos y el de la élite estadounidense y su plutocracia.

En su poema “Florentino y el diablo (1940/1957)”, Alberto Arvelo Torrealba recrea en clave de contrapunteo la metáfora de la eterna lucha entre el bien y el mal, con un mensaje que expresa la capacidad de resistencia de los venezolanos y otros pueblos insurgentes ante los atropellos de los poderosos venidos de otros mundos, que pretenden arrebatarnos hasta el alma y que desean imponernos un tenebroso camino que nunca desandarás: sin alante, sin arriba, sin orilla y sin atrás.

El pueblo venezolano, siguiendo el ejemplo de Florentino, le replica al contendiente:

Yo soy como el espinito

que en la sabana florea:

le doy aroma al que pasa

y espino al que me menea

Se trata de un sostenido contrapunteo, que no cesa ni desaparece entre un Estado con pulsión opresora y un pueblo con vocación rebelde.

La lucha hoy

En la Venezuela actual vivimos, padecemos y enfrentamos, un nuevo capítulo de las agresiones de Estados Unidos. Venezuela atraviesa un duro momento de contrapunteo con Estados Unidos. Nuestra nación es víctima de una guerra cognitiva, vive bajo la amenaza de ser invadida por la primera potencia mundial capitalista y sus aliados o por grupos mercenarios a su servicio; simultáneamente es penalizada mediante la ejecución de inhumanas medidas coercitivas unilaterales por parte de EE.UU. y sus satélites, que han afectado la calidad de vida del pueblo venezolano y, paradójicamente, han contribuido a que este busque superar el asedio y eleve sus estrategias de resiliencia colectiva.

Por tanto, resurge el contrapunteo. Esperamos que diplomados como éste contribuyan a que más gente de Venezuela, la “patria grande” y el mundo se apropien del ideario bolivariano y haga suyas, tanto en la teoría como en la práctica, aquellas palabras del Libertador: “Por fortuna se ha visto con frecuencia un puñado de hombres libres vencer a imperios poderosos”[1].

[1] Simón Bolívar al representante estadounidense Juan Bautista Irvine, 12 de octubre de 1818.

[1] Los proyectos civilizatorios son movimientos históricos concretos que se ponen en marcha con la finalidad de transformar, actualizar y vitalizar las prácticas y los valores sociales, los sistemas de organización sociopolítica, en suma, todo el sistema social expresado en el estilo de vida de una sociedad determinada. Los proyectos civilizatorios pueden tener una ideología positiva: infundir a los pueblos un sentido de misión histórica que les permita trascender sus limitaciones sociales e intelectuales más allá de las rutinas de su existencia cotidiana. Pueden también (…) propiciar un efecto social regresivo destinado a defraudar los esfuerzos de superación, a insertar los pueblos dentro de sistemas productivos orientados exclusivamente a enriquecer a las minorías dominantes para que estas puedan imponerle una cultura de la mediocridad y de sumisión a sus designios políticos.

Mario Sanoja e Iraida Vargas. Razones para una revolución, p. 108.

[1] Carta de Bolívar a Maxwell Hislop, 30 de octubre de 1815.

[2] Este tema ha sido magistralmente tratado por Vladimir Acosta en El monstruo y sus entrañas. Un estudio crítico de la sociedad estadounidense, texto que nos ha sido especialmente útil para la comprensión de los fundamentos filosóficos, socioantropológicos de lo que nosotros denominamos monroísmo, sustrato cultural sin el cual es imposible comprender a cabalidad la política norteamericana.

[1] Gaceta de Caracas, órgano oficial de la República, n⁰ 30, 6 de diciembre de 1813.

[2] Simón Rodríguez. Defensa de Bolívar, p. 42.

[3] Carta a Santander, Cusco, 28 de junio de 1825.

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